Monday, 23 April 2018 06:00

La belleza equívoca

Buscaríamos en vano esta concepción dinámica del campo estético en las estéticas académicas centradas en la noción de desinterés. Quien busca una reflexión sobre la estética del mundo contemporáneo no la puede encontrar en la estética del siglo XVIII, sino un siglo más tarde en la obra de Charles Baudelaire, quien expande y desarrolla la orientación antiacadémica implícita en las intuiciones de Edgar Allan Poe, de De Quincey, de Stendhal, de Heine. Es precisamente en su obra ensayística que fenómenos tan importantes de la modernidad como la moda, la metrópolis, la vida material, la droga, la prostitución, el conflicto, el exotismo, encuentran un tratamiento agudo y penetrante que constituye hasta hoy un punto de referencia teórica fundamental. Parece por esto que el giro cultural de la reflexión estética debe ser pospuesto por un siglo y adviene paradójicamente en polémica con la estética del siglo XVIII: esta se configura por ello como una anti-estética.
No obstante los orígenes de esta anti-estética rastrearse hasta finales del siglo XVIII en las críticas que los poetas y los escritores dirigían a la estética académica: estos le cuestionaban envolver el arte y la estética con una malla escolástica. Mientras los pensadores delineaban el ideal de una sociedad estética en la cual todos los conflictos se conciliaran en una armonía superior, los literatos de Sturm und Drang, daban inicio a una rebelión poética contra la estética académica destinada a mantenerse hasta el presente. Blanco de tal polémica fue desde el inicio el concepto de desinterés estético, es decir la idea común a casi todos los pensadores de la estética del siglo XVIII según la cual el juicio de gusto es independiente de cualquier interés cognoscitivo o práctico. Según los escritores, al contrario, lo bello debe solicitar el máximo interés, porque éste -como dice Stendhal - ”no es otra cosa que la promesa de la felicidad” (1). Heine y Baudelaire dirigen palabras sarcásticas a los ”modernos profesores-jurados de estética”, los cuales pretenden hacer desaparecer lo bello de la tierra, confundiendo todos los tipos, todas las ideas, todas las sensaciones ”en una vasta unidad, monótona y anónima, inmensa como el fastidio y como la nada” (2).
En el lugar del desinterés estético, la anti-estética pone otro tipo de relación con el mundo caracterizado por una especie de sobrecarga. Poe nos describe en un relato la fuerza de la imaginación que es capaz de ”revestir todo el mundo exterior con una intensidad de interés”. Baudelaire funda sobre esta observación una verdadera y clara teoría del surnaturalisme: la naturaleza entera puede ser percibida con un ”interés sobrenatural que confiere a cada objeto un sentido más profundo, más voluntario y más despótico” (3). El acento ya no es puesto, como en la estética del siglo XVIII, sobre la distancia y lo extraño respecto a todo deseo, sino en el interés del sentir y en el esplendor de aquello que se presenta a la imaginación.
El surnaturalisme rechaza tanto el subjetivismo como el naturalismo. Este no tiene nada que ver con una fantasía arbitraria, que, exenta de toda relación con el mundo, se pierde en las nubes de la trascendencia: ”la imaginación es la reina de la verdad y lo posible es una provincia de la verdad” (4). No casualmente el ensayo más importante de Baudelaire se titula El pintor de la vida moderna: la imagen del artista que propone es la del ”hombre de mundo”, ”hombre del mundo entero, que comprende el mundo y las razones misteriosas y legitimas de todas sus costumbres” (5). Es ”la escena de la vida exterior” la que constituye el fulcro en torno al cual gira el surnaturalisme: los pasajes de la gran ciudad, el fasto de la vida civil y militar, la alternancia de seriedad y coquetería, las imágenes multiformes de la belleza equívoca, los desafíos del dandismo, las seducciones de lo artificial, el encanto del horror, son precisamente los elementos de una nueva sensibilidad que no tiene ya nada que ver con la contemplación desinteresada de la estética académica. Se accede a este tipo de sensibilidad a través de una ascesis mundana cuya máxima expresión es el dandi. El dandi representa una síntesis de los tres tipos culturales que, según Baudelaire, ejercen la máxima atracción: el guerrero, el monje y la cortesana. El dandi tiene del primero el espíritu heroico y el estar dispuesto a morir en cualquier momento; del segundo el control sobre sí mismo y la indiferencia en relación con el dinero; de la tercera el culto de la apariencia y de la provocación. En el fondo ninguno de los tres se identifica con su propio cuerpo que consideran a la medida de un vestido y son una extraña mezcla de pacatería y de audacia, de frialdad y de ardor, de autocontrol y de desenvoltura. El surnaturalisme está entonces lejos del subjetivismo exangüe de la estética del siglo XVIII, como escribe Baudelaire: ”es un yo insaciable del no-yo, el cual en todo instante lo hace y lo expresa en imágenes más vivas que la vida misma, siempre inestable y fugitiva” (6). Esto implica aquella ”dualidad permanente, el poder de ser al mismo tiempo uno y otro” (7) que está en la esencia de la risa y del cómico absoluto (distinto de aquel que, teniendo como blanco a los otros seres humanos, le parece a Baudelaire ingenuo y exento del vértigo del desdoblamiento).
Pero el surnaturalisme está igualmente alejado de todo naturalismo o realismo, que reduce el arte a imitación de las cosas bellas. Las cosas no son bellas o feas en sí mismas: no existe entre ellas una jerarquía natural. Budelaire combate la poética neoclásica según la cual es bello sólo aquello que es solemne, paludito y antiguo. Reivindica el carácter poético de la vida moderna: ”La vida parisina es fértil en sujetos poéticos y maravillosos. Lo maravilloso no envuelve y nos baña como la atmósfera, pero no lo vemos” (8), si estamos privados de imaginación. Efectivamente todo el universo visible no es sino un depósito de imágenes y de signos a los cuales la imaginación debe atribuir un lugar y un valor relativos: una especie de nutriente que la imaginación debe asimilar y transformar” (9). La experiencia poética y artística pierde el respeto de sí misma si se arrodilla frente a la realidad exterior vista en su bruta inmediatez. Sólo pasando a través del filtro de la memoria y de la imaginación poética lo ”fantástico real de la vida” se hace capaz de suscitar interés y estupor: es como si cualquier aspecto del mundo pudiese ser sometido a una traducción legendaria que lo convierte en algo encantador. El surnaturalisme anti-estético de Baudelaire representaría por esto el verdadero viraje cultural capaz de dar intensidad y vivacidad a cualquier cosa, precisamente lo contrario de la belleza cosmético-hedonista de nuestros días que sumerge todo en una plúmbea pasividad.
Traducción de Pedro Alzuru
Copyright©MarioPerniola,2002
1 citado da Charles BAUDELAIRE, Oeuvres Complètes, Paris, Gallimard, 1961, p. 1275 (tr.it. Opere, Milano, Mondadori, 1996, p. 1275).
2 BAUDELAIRE, cit. p. 956 (tr.it. p. 1161).
3 BAUDELAIRE, cit. p. 974 (tr.it.cit. p. 1183).
4 BAUDELAIRE, cit. p. 1038 (tr.it. cit. p. 1199).
5 BAUDELAIRE , cit. p. 1158 (tr.it.cit. p. 1279)
6 BAUDELAIRE, cit. p. 1161 (tr.it.cit. p. 1282) .
7 BAUDELAIRE, cit. p.993 (tr.it.cit. p.1121)
8 BAUDELAIRE, cit. p. 952 (tr.it.cit. p. 1099).
9 BAUDELAIRE, cit. p. 1044 (tr.it.cit. p. 1206).

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